La cuchara del postre




 
Gloria De Arcangelis



Entumecida la luz que me alumbra. No sé qué día es, ni deseo presagiar la hora. No me importa. Para qué los números, si la operación de las pupilas cardenales da al frío. Entre un minuto y otro hay una fuga de niños mudos que se asfixian en el intento de ponerse el poema entre los labios. Corre viento. Abajo las naranjas se estrangulan. La implosión arde Noelia, como cuando el verde oscuro de tus manos declaró que el futuro es una idea irrepetible. Y lloro, y un océano me maldice la infección. ¿Qué haré con este exceso de noche si Mi Adorada no tala el abismo convulso?. Todo nos cuesta sangre. ¿No basta con masturbar los molinos?. No. No basta con confundirle los colores al vacío. Cuando vaya a Buenos Aires te llevo el vestido precioso, para que el amante no te olvide, pero escribí, no dejes de escribir, porque nadie hará nada por nosotras. Estamos solas en el pronombre animal del destino.

 *

Silence.
Se ama como se ama lo nocturno. Hoy descubrí que las mujeres como nosotras tenemos el corazón en el sexo, por eso la fruta por dentro se ve tan roja, como si asomara un ojo demente. Somos el desagüe de lo que estalla, animal, y entonces ahí vamos metiendo la cuchara del postre: hombre, mujer, ginebra, muerte. Todo dentro del músculo generador de corazoncitos que después leemos en los fanzines.
Tu Adorada es una viuda emplumada. Una hija histérica de la preciosidad. Y vos, una criminal absuelta temblando de horror porque la belleza te dejó rota, llena de entrañas esparcidas. A toda hora se ama lo nocturno. Te lo dije, Lucía.
Por ejemplo, Mi Querido es un perro del infierno. Y yo lo amo como se ama cuando se precipitan las bocas y la lengua es una cosa oblicua que estrangula, casi azul, casi siempre, vértigo esclavo, esperanza y tonalidades ,y resucitamos para matarnos en distintas técnicas. Te explico: no es doloroso y a la vez, sí. Porque el amor es una idea irrepetible.
Porque el amor es el lugar de la mirada fija. Lo perdido fijándose en la mirada. Ahí, acá. ¿Lo ves?


Aprendió a llorarme las manos






 

Jan Saudek


Un hijo de mentira en el vientre. Los fantasmas que se aislaron en desamor quieren esconderse en mis huecos. No lo permito. Lo permito. Esta cosa, esta casa no es estar loca. La locura es la bella pérdida de la consciencia, pero yo, animalito perverso, sufro por hacerme sufrir de enfermedades bestiales. Lo terrible como un bebé construido, engendrándose y aturdiendo. El silencio no duele porque no existe. Aturde el silencio. Aturde el hijo amoroso, amado, que hay que cuidar como un amor sin leche que se va nublando, pero embellece este partirse mal conjugado. Temer, pero amar y partirse. Todo mal en este intervalo de vida – muerte que se traspone al cuerpo inútil. Un hijo de mentira. Un hijito fantasma. Un fantasmita. Buuu. Susto. La carne haciendo casas para guardar un nosotros con palabras inferiores. Una nada que aprendió a llorarme las manos cuando rezar no fue ni siquiera tanto.

*

La pausa padece preludios de tormentas, padece vientres destrozados al vacío. Noelia, me voy a escapar de la cárcel feroz y sólo van a encontrar las traducciones de Bukowski en la celda. No habrá fuga en la superficie del pánico. No habrá saqueos en las paredes por donde sumergir la carne desencantada.
No sabrán por dónde el desquicio, hasta que me encuentren en tu habitación olor a mar accidentado. Tendré las manos poseídas en látigo y cargaré al hijo de los versos canonizados hacia la cruz mascada de vigilia. Voy a clavarlo con ensañamiento en la madera que perturba el bosque. Le atravesaré molinos en las muñecas y los pies para que el delirio de tus dedos le gotee rojo por el cuerpo azotado en la demora. Y cuando implore el desvarío voy a estremecerle la sed con hiel de tus tetas.
Trinará la piel cuando lo corone con el filo erecto de escarbarse la pérdida. Entonces, vendrá el peregrinaje de cuervos por la belleza trémula, y como por sentencia, al tercer día el poema brotará emancipado de distancia.

Tu amor difícil con el mío





Anita Nadj



Es otro anverso de luna entrando
a la fuga ciega de los cerros.
Noche más que me acerca
a lamer cataclismo la espera.
Me duele la fórmula
de la vegetación sombría
y en mis huesos la familia de los pinos
habita armada el error

(las muñecas no deben ver
cómo las pináceas se quieren extirpar los vientos)

Todo es ópera
en el orgasmo de las hachas
y estoy sola
tengo niebla entre las manos
y un violín menstruando fresias
para el espacio incoloro de las manos solas

No repitas mi nombre
la caída es una urgencia de la hambruna
y el entumecimiento en la maleza
será atenuado por estado de emoción violenta
cuando el cuerpo iridiscente
en las pupilas de fuego.

*

No, Lucía. No repito tu nombre
porque decirte es una partícula de lluvia
tierra de montaña, aquí
a tientas, escribiendo todo aquello que no somos

y mientras tu violín es verde hasta hacerse carne
se me incrusta esa luz tuya
que abre ciudades habitables en la grieta
y lloro
tu amor difícil con el mío

vos sabés
en mi guarida escondo el cortometraje
de una memoria atada con alambres
y una palabra más al centro
la fisura
como pupilas, de un fuego cerrado


Como catéter en la noche



Frantisek Drtikol




Lucía
No te borres la sombra de mundo que te soy al costado de tu asilo huérfano. 

No te borres la máscara inhábil ni las plegarias.
El abandono es un lujo que necesita equipaje. ¿Qué vas a guardar en tu valija?

Yo digo tu nombre y gotean espacios vertiginosos, ¿sabés caer?

Amar es amar y punto. Nosotras, Hermana, ¿sabremos amar con y sin máscara, con y sin plegarias? ¿Y dónde vamos a escondernos cuando amemos tanto que la ausencia nos construya un santuario, para guardar la pérdida de sangre que somos?

Lucía, nombrecito verde agua que inunda papeles sueltos con poemas no escritos, visito tus huesos de aire y rearmo una civilización de carencias que darte, 

te transfundo mi grieta

para que no borres tu grito


*

Un santuario para guardar sombra del consuelo. Para ahogarnos en la pérdida erubescente.

La ausencia se me introduce como catéter en la noche.  Tengo a tu hija de la lágrima y todos tus padres muertos en el fondo del orfanato. 
Adónde mis ojos distintos, 

quiero dejar de pronunciarte lo bosqueal.