un nombre solo



s/d del autor de la obra



Juguemos a que soy lo que siempre desearon en el error tus verbos
muero mi sexo lo velaré detrás de tus ojos y que tu edad lo entierre
un poema no editado después seré lejos del abandono de los hombres con hijas sedientas entre los libros y los ojos en el mar
Hola abrí la boca soy tu padre acabaré tus voces lo desclavaré de tu pecho
ahora hay un hombre solo exiliando tus temporales

Lucía Santillán

la placidez de la mañana

Noelia, mi siempre ave:

Te escribe la que soy con el cuerpo gritando en fiebre (la melliza que no parece invierno). El lenguaje de la enfermedad habla feo, escupe, dice flema pero es el de verdad. Por la mañana un recuerdo de delirio cuando yo tenía cuatro años: la fiebre como firmamento y en el techo giraba el ventilador de mi primera casa. Se rompía y las aletas cayéndome sobre la cabeza. El mellizo con mi misma edad de ahora le pedía a su madre que ocupasen las manos en caricias solo para ellos. Empecé a toser, esa música le hizo mal a los huesos, abrí los ojos y la verdad era que tenía la cabeza lastimada, que la sangre se había ido a la garganta y que me ahogaba el lazo familiar ausente. Por momentos me encuentro pidiendo que alguien llame a mi hermano y a mi madre, que vengan a amarse delante mío, que yo estoy enferma y sola. Hay otro dolor de verdad; mostrarme hacía los leones y jurar repararme con las puertas y las ventanas desgarradas. No es fácil invitar al viento para curarme. Pero quiero hacerlo, no quiero volverme hacia el frío. Prefiero esta enfermedad de amenazarme y estudiar el vértigo.
Quiero estar bien para abrazarte Noelia. Para enseñarte que será amor, el velorio que deja el amor cuando se va.
Un trébol y la estrella fugaz.

 
Niniane Kelley


Lucía,

Metete la estrella fugaz en el culo y haceme lucecitas.
Cómo se te ocurre que el amor es el velorio del amor. Por ejemplo, yo dibujo el odio sobre el tapiz de todo lo que se extingue, y perdura. Imaginate mis muchos bracitos dibujando sombras para adorar. Sombras y sombras que apaguen y enciendan la habitación y te rodeen y no sepas cómo salir. El odio asfixia, eso es la belleza. 

Alberto dijo en un poema: "El odio, /amor dado vuelta, /araña la placidez de la mañana."

Del otro lado de la ventana está el algo, latiendo y es luz. Pero está poblada de cosas absurdas.
Entonces el tapiz de lo extinguido se cuelga como un cuadro que pende de mis ojos. Hice dos alcantarillas hermosas con mis ojos para verlos supurar cada vez que voy al espejo.

-Afuera hay un hombre que golpea. Es hermoso y nuevo como siempre la música. Dice que quiere aprender a hacer llover porque yo se lo he pedido. También dice que soy bonita. No le voy a enseñar el odio, y creo que ya conoce la belleza.-

Vos, a tu familia le debés la tos convulsa y la fiebre hecha de tu nombre verde árbol. 
Un asco porque los bichos constantemente hacen la volandería del suicidio.
Te hablo en serio, Lucía, el odio a veces es tan suave que acaricia y enamora.
Sigo dibujándolo en sombra tornasolada.

Sigo hundiéndome, a lo mejor si me buscás palabra por palabra, enlazada a la noche, te doy el portazo, el golpe verdadero hacia falta mucho, o nunca.  



*para leer el poema completo de Alberto Ramponelli: ACÁ 

La conciencia no existe

a Jesús Borda


"La conciencia no existe, Pero aún así no hay derecho a tanto irse, a tanto viaje alrededor de mí"
Diarios de Alejandra Pizarnik, 16 de junio, 1962





Precioso, Jesús, estos días tu nombre fue azul en los cerros y más arriba. Te recordé en los Valles. Olvidé preguntarte qué tonos vivos emitió tu cuerpo cuando ocurrió la noche. 
Yo una vez subí, era verano, pero hacía mucho frío, tuve que abrirme para darle a mi violín el calor del autismo. Después fuimos izados con ternura y escalofrío. El rostro se habita por la desesperación de luces atravesando cuerpos. Y el enigma en las pupilas. Quisiera que los tres estuviéramos en los Valles, dedicando la mirada hacia lo alto. Vos estarías en el medio, entre N y yo, siempre en posición de cuidarte del poema, pero con las manos liberadas de las nuestras, para que nos digas cosas, como que las estrellas son otros planetas corrigiendo nuestro llanto. 

Pronto los poemas y el violín 

Lucía.




Jesusito:
Por un momento imagino que sos un nenito y entonces te digo: hola cosita bonita de la tía, y te siento a upa mientras cantamos una canción y te pregunto qué vas a ser cuando seas grande. Deposito en vos mi primer deseo y respondés: Astronauta. Y claro, cómo no vas a ser astronauta, mirá si te vas a quedar con los pies en la tierra. Hacés la demostración de tu nave espacial y jugando mostrás la primera incomodidad con tu cuerpo, en tu llegada a la luna los pies son pesados. La única urgencia será crecer para volar al espacio y hacer que una estrella fugaz te dure toda la noche. ¿Te imaginás el lenguaje fabuloso con los astros mientras viajás en tu nave? Se me olvidó decirte que ser poeta es bastante parecido, teniendo en cuenta que la sensación de libertad es una tragedia muy importante.
Que no te sea leve.
Noelia.

Tocar mejor la muerte



Página autógrafa de lPolonesa heroica en la bemol Op. 53.


1

Madre me mira fijamente
hay un dolor, algo, que no comprende
dice: tenés una joroba musical, y contesto
la epilepsia tiembla al revés.

Nos iremos algún día, insisto. Partiremos de aquí con una valija pequeña
adentro el café, los cigarrillos, Chopin.

A veces no cree que hablamos el mismo misterio.


2

Los platos en la cocina siguen sin lavar. La cama sin hacer. La vida sin ponerse su propio nombre.
Como una fotografía me cierro en posición de piano.
Alguien vendrá, yo estoy esperando, y desaparecerá esta casa llena de resurrecciones, para tocar mejor
la muerte.


3

Noelia dice que ya no hay lugar en el mundo
pero viene Chopin
trae sus manos de piano envuelto de aves
y le atraviesa la ruina
y los colores arden

Es un altar el filo los picos contra la carne
removiendo el trepidar de las sombras
es almorzar el respiro
sobreviviente
y colgar en el centro del monstruo
un metal precioso

y la niebla es rojiza


Stewart Edmondson

dedicado, exclusivamente, a nosotras mismas

Lucía dijo:
"Soy este frío / No soy este frío

Tengo nuestros nombres persistiendo en el fósforo"

Yo enciendo un cigarrillo y la niebla es rojiza. El mar congela
si no tenés un libro de poemas cerca

el fósforo se hizo navaja y tirita
en el lugar de los residuos,
quiero decir, de nuestros nombres; que uno a uno fueron quemándose
como un milagro
dentro de una tacita de café

22/03/2014



Muñeca, hermana querida, me arbolizó encontrarte calada relámpago sobre la juguetería, en el bronco espasmo de la sombra y los rayos. Eso es más que alegrarse, es abrazarte estrella fugaz en la orilla de Mar del Plata. (Siempre que pienso en este mar, lo imagino a Jesús sentado frente a vos, con el pelo predicho de libros, de viento. No hay otros órganos más que los suyos. Es una tarde de todo gris, hasta la arena, pero sus manos dicen el relieve y la temperatura de los otros colores). Hace una semana de mañanas atrás encontré un muñeco budú a dos casas, en el cantero de un naranjo que desde que lo conozco tiene una cadena en el tronco (yo lo llamo El esclavo... vaya uno a saber qué gusanos habitados en su fruto). Estaba atado con innumerables cintas, clavado a un tablero negro y náufrago en polenta y azúcar. Le saqué fotos, niñita creí que le harían velorio digno al poco rato, y no sabría cómo describir tanta asfixia y desnudez de bichos sobre un pecho, pero hasta los perros decidieron cagar lejos y aún sigue ahí; ese cerrar deliberado los tímpanos ante el océano de un travesti. Cada vez que pasaba lo miraba con cierta compasión que no me gustaba nada, pero qué puede hacer un presidiario por otro, más que recitarle a lo hondo tus poemas de amor, y repasar compulsiva el código precesal penal sin saber por qué. A los dos días la casa del Esclavo fue vallada por terreno en derrumbe y de propaganda pegaron afiches de un recital de Rata Blanca (escucho tu risa por los detalles que decido). También ese mismo día tuve mi primer dolor desfigurado de clítoris. Ya sabés que con estas cosas además de desbordarme de pudor como río psicópata, me abro de taquicardia y termino con cáncer yahoo, y eso que me tenía advertida de hace tiempo ya, el no navegar cuando la hipocondría. Me enojé mucho con el dolor amputando el territorio que grita el orgasmo, porque si sabré yo eso de estar a solas con mi Vida Privada. He llorado Tucumán, como si hubiese perdido al hijo con la mujer amada, así que decidí eliminar las fotos del infeliz hijo de puto y quedarme con tus poemas recitados para mí, esa es la única brujería a la que me quiero acercar siempre, aunque ya no estén tus manos. Le hago suspiro no vidente a los hombres que ensordecen la letra y pongo tu nombre en el imperio de la luna.

 Lucía

22/03/14

Querida Lucía: sabés, me encanta meterme en los libros y recordar a los muertos como si fuéramos nosotras en una especie de mini naufragio del que saldremos pero al que, inevitablemente, regresaremos en otro, incluso, como siempre más profundo. Quería contarte estas cosas, por ejemplo La Anunciación de María Negroni. Resulta que me visitó Jesús y de pronto no pude devolverle su libro y se resignó a dejármelo. No sé, creo que los hombres quieren que me muera para nacer directamente ahí dentro. María me contaba (sí, porque me habla a mí cuando la leo) que estuvo a solas con su Vida Privada. Toda una experiencia. Tomaron un té y bueno, de casualidad sobrevivió. Dijo que Humboldt no existe sino porque lo crea ella. La historia de cada vez. Ningún hombre existe a menos que sepamos escribirle un cigarrillo en la boca mientras nos mira.
Ahora estoy sola, sola con vos porque te escribo y deseo con ansias que leas mi carta y te alegres de saberme sumergida quién sabe dónde. Lo cierto es que no sé si vivo en esta época, en este país, si es cierto que Roma existe (María dice que sí). Me gusta escribirte cartas, querida amiga, cartas donde diga todo el tiempo que estoy viva porque sostengo libros como lo único posible para las dos.
Hubo una música, hace poco, una de esas que son como un cumpleaños feliz, lo tan imposible, impensable. Resulta que fui a un concierto donde otra mujer maravillosa cantó canciones exclusivamente para mí. Y yo me emocionaba y después tuve que viajar en escoba hasta mi casa, porque la misma emoción me convirtió en una bruja desesperada.
Y a veces la muerte todavía se ríe de mí y se escapa. Esas cosas que se nos van de las manos pero regresan todo el tiempo con más intensidad.
En esta carta, Lucía, vengo a pedirte una mano para sostener el libro que nos ha regalado ese hombre que tanto adoramos. Y también quiero contarte que algunos todavía me escriben cartas, cartas de amor, cartas amistosas, cartas de preocupación revolucionaria ante mis miedos impronunciables, cuando me paro en la puerta de mi casa a intentar dar pasos hacia delante, con esa inseguridad que se esparce como el 212 de Carolina Herrera que uso. Y, sencillamente, hay hombres que ya no escriben. Quizás, pienso, no lo hacen porque no existen, porque sus manos están amputadas para pronunciarme.
Lo que no se pronuncia, Lucía, ¿sobrevive?
No me contestes las preguntas horrorosas. Mejor hablame del sol en Tucumán, de tu terraza a la que te asomás para sentir lo extraordinario. Hablame de tu gatito cariñoso, de tu amor compulsivo, o de las cachetadas que vamos a pegarnos por ser tan inútiles para absolutamente todo.
Siempre está la candela encendida, la que refleja una estrella que somos. Ya no sé rezar. A lo mejor nunca supe, pero las prendo como si el fuego propagara algún milagro que te alcance.
Porque vos existís, no?
Yo quisiera que a esta pregunta terrible me respondas que sí. Que los libros que leo son nuestros, como el amor que no fecundamos o fecundamos tan mal como para nacernos deformadas. Dos profesionales de la deformidad.
Un hombre hace poco me dijo que soy noble. Y tuve miedo. Quisiera no serlo. Quisiera romperme y que me reconstruyas muñeca asesina, mala, sin esa nobleza que todos ven pero el sol de afuera todo el puto tiempo es más alucinante que yo.
Y qué diremos sobre el sexo, Querida. Que estamos abiertas a lo increíblemente doloroso, siguiendo las instrucciones que nos dicta la destrucción. Abrirnos y ahí dentro el corazón bombeando, irrigando para que chupen, tipo Drácula, la verdadera nostalgia de la felicidad. No es poco.
Lucía, respondé mi cartita de amiga desesperada, de brujita en escoba que va a buscarte para el abrazo, resignado, que nos debemos.


Noelia

tonos de reloj y océano



Trenzarme los dedos adentro
de una grieta con latidos vehementes
bajo lo fugaz de una estrella
y rogarle que mi pelo oscuro
no caiga soberbio a la caricia

ceñirme los ojos con hondura pasional
e inundarme de vientos
para estremecer inocentes los párpados
en el escalofrío abierto de un milagro
desembocando en las estrías del poema

en la pausa olvido que estoy a solas
con los extremos de mis bocas
y dirijo azul
y otros tonos de reloj y océano
para entonar el amor a lo cuerpo astral.



Elena Cermaria





¿Existe
algún
lugar
donde otoñarse las manos ?
¿Y para qué?
Lucía, tu nombre se sostiene en mis zapatos.
Yo quería hablar del destino y pasé horas emitiendo un rayo de luz
                    no, quiero decir: de fracaso.

He traído una piedra. La piedra cayó del árbol y me fecundó preguntas.
Voy a crear el fuego. Lo inventaré yo.
Como los antiguos dolores. Que siempre son el mismo,
miserable,
y un día y una noche se unirán
como el círculo rojo del mapamundi
y como nada, estará cerrado en órbita
y, seguramente, enloqueciendo.