tonos de reloj y océano



Trenzarme los dedos adentro
de una grieta con latidos vehementes
bajo lo fugaz de una estrella
y rogarle que mi pelo oscuro
no caiga soberbio a la caricia

ceñirme los ojos con hondura pasional
e inundarme de vientos
para estremecer inocentes los párpados
en el escalofrío abierto de un milagro
desembocando en las estrías del poema

en la pausa olvido que estoy a solas
con los extremos de mis bocas
y dirijo azul
y otros tonos de reloj y océano
para entonar el amor a lo cuerpo astral.



Elena Cermaria





¿Existe
algún
lugar
donde otoñarse las manos ?
¿Y para qué?
Lucía, tu nombre se sostiene en mis zapatos.
Yo quería hablar del destino y pasé horas emitiendo un rayo de luz
                    no, quiero decir: de fracaso.

He traído una piedra. La piedra cayó del árbol y me fecundó preguntas.
Voy a crear el fuego. Lo inventaré yo.
Como los antiguos dolores. Que siempre son el mismo,
miserable,
y un día y una noche se unirán
como el círculo rojo del mapamundi
y como nada, estará cerrado en órbita
y, seguramente, enloqueciendo.